
Carlos Saúl Mena Carmona
Licenciado en Derecho por la Universidad de la Salle, León, Gto.
Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana de León y el Centro de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México.
Especialista en Derechos Humanos por la Universidad Complutense de Madrid.
Chimamanda Ngozi Adichie es una escritora y activista del lenguaje nigeriana. Entre sus muchas cualidades está la de abrir los ojos de muchas personas que, como yo, nos resultaba complicado desconstruir los axiomas del lenguaje oficial. Si los medios no me engañan, en 2009 tuvo a bien realizar una exposición genial que motiva el día de hoy estas palabras. Desde un atril, con mucho más que su carisma y su claridad, disertó sobre “El peligro de la historia única”.
Comunicarnos es una constante en la existencia de todas las personas. Tal cualidad dota de una especial relevancia a los sistemas de comunicación de la especie humana. Si nos detenemos un poco a observar de cerca la importancia que tiene el lenguaje en las relaciones que sostenemos y alimentamos día con día, nos daremos cuenta que el lenguaje construye entornos y realidades.
Centrarnos en sólo una versión de la historia, la literatura, la filosofía, los derechos humanos y el lenguaje, entraña un serio problema. Cada cual vivimos, en algún momento, realidades donde nos vemos se nos atrapa por estructuras que están instaladas en nuestro entorno. Esas realidades absorben y dirigen nuestras actividades al grado de sumergirnos en estereotipos que frenan la sublimación del espíritu humano. Detenernos en el camino de la cotidianeidad para levantar la mirada debe ser algo que hagamos con frecuencia.
Adichie nos propone un recurso fabuloso para ello, desde su presentación logra generar una base sólida que bien puede resonar en muchos espacios. No por lo anterior seremos imbatibles en lo que a inclusión, igualdad, solidaridad y coherencia se refiere, al final del día, somos y formamos parte de un entramado de eventos que inciden en lo tangible. Aun así, mejorar forma parte de nuestra naturaleza también.
Desde las trincheras del lenguaje de Cervantes, sigue existiendo una importante resistencia a utilizar términos incluyentes. Se nos insiste en que el uso lenguaje debe abocarse a transmitir con eficiencia ideas. Desde esa noción se ha construido un lenguaje que prioriza y discrimina términos que existen, sólo por ahorrar tiempo. Esta eficiencia trastoca la eficacia del mensaje tornando en invisibles a muchas personas, tantas como el 50% de la población.
Esa es la historia única que, desde el lenguaje, ha colocado en nuestras seseras un mundo masculino. Seguimos creyendo que «todos» nos incluye a todas las personas, que el término «el hombre» en una de sus muchas y «castizas» acepciones, encierra al ser animado racional varón y mujer; y si, si nos encierra, nos aísla y nos convierte en parte de un sistema que, desde las palabras, vuelve ausente a las mujeres, las violenta y las hace una acepción del término masculino.
Esa es una de nuestras historias únicas.

Queridas personas lectoras, si tiene el ánimo de reconfortarse por una buena historia, no deje de escuchar a Chimamanda Ngozi Adichie en el siguiente vínculo.
[1] Real Academia de la Lengua Española; Diccionario el línea; consultado el 12 de marzo de 2021; con acceso directo en https://dle.rae.es/hombre?m=form
