Por Armando Adolfo Martínez Meneces
Víctor Alonso Tapia Miranda
Flavio González Ayala

Joe Biden, desde que llegó a la Casablanca demostró ser diferente (en extremo) a su antecesor Donald Trump, reanudando las relaciones internacionales, la preocupación por el medio ambiente (como el retorno a convenios internacionales), donde hace frente a la peor crisis en décadas de EEUU al convertir el peligro en posibilidad, acompañado de un esperanzador recordatorio: “Estados Unidos jamás se ha quedado rendido y decide la oportunidad sobre el miedo “.
Podemos estar o no de acuerdo con Biden, creer o no en sus cambios, sin embargo, lo positivo de su mandato, es la vieja política de que el Fondo es Forma, y la forma del actual gobierno de Estados Unidos es por decir lo menos entendible y con posibilidad de diferir sin ofender, si se observa un cambio del cielo a la tierra con la anterior administración, en esta ocasión se muestra lo planteado en el informe del Presidente de EEUU ante el Congreso.
Dentro de lo positivo del mandato de Biden están:
Vacunación contra COVID – 19, resaltando que desde que ocupó el cargo se ha vacunado al 70% de las personas mayores de 65 años y que en el mismo rango se ha reducido en un 80% la mortalidad de SARS CoV – 2, gracias a su insistencia para hacer reflexionar a la población americana de vacunarse (como medida para vencer la pandemia), cumpliendo así su promesa de campaña con resultados superiores a los especulados, pues se han aplicado 220 millones de vacunas (120 millones más que los 100 millones prometidas en campaña para su centésimo día como mandatario americano), a diferencia de Trump, que aclamaba ideas poco realistas para curar el coronavirus, como automedicarse o inyectarse soluciones o difundir teorías no comprobadas científicamente. Sin embargo, a pesar de la exitosa y masiva campaña de vacunación que ha emprendido la nación norteamericana, el actual mandatario exhortó a quienes ya tienen a su disposición la vacuna y no lo han hecho, ya que existe el riesgo de que al ralentizarse la vacunación, no se logre alcanzar la “inmunidad de grupo”, situación que mermaría considerablemente todo el avance realizado hasta éste momento.
El apoyo económico a las familias, que tiene en común con Trump (Vázquez, 2020), pues ambos mandatarios estaban preocupados por apoyar la economía de los estadounidenses donde, claramente en el poder apostaban a mayor cantidad de apoyo, (cuando Trump estaba de presidente proponía un apoyo de $2,000 USD, objetando los $600 USD aprobado por el Congreso), sin embargo, a diferencia de Trump, Biden apostó más allá que el apoyo económico, remarcando su preocupación por el desarrollo económico y no solo el crecimiento como su antecesor, ya que el “Plan de Familias Estadounidenses” apuesta por aumentar el salario mínimo, otorgar apoyo a padres de familia para el cuidado de sus hijos, ya que ninguna americano debe perder su empleo por ese tipo de necesidades, mejorar el sistema de becas para población de bajos ingresos, entre otras propuestas que la integran.
Además de ello, ha apostado por la infraestructura, mediante el “Plan de Empleo Estadounidense” como un medio para construir empleos, mismo que tiene un importante énfasis en aumentar la producción industrial de Estados Unidos de una manera sustentable, apoyando a las energías limpias. Mismo que proyecta una inversión estimada de 2.3 billones de USD, donde vela por la economía de la clase media al cobrar impuestos adicionales a las grandes compañías para que paguen lo justo, así como al aumento del salario mínimo que este programa contiene.
La migración, un tema delicado y sin duda alguna es la mayor diferencia entre Biden y Trump, pues en oposición a su antecesor, Biden defiende los derechos de los inmigrantes al detener la construcción del muro fronterizo entre México y EEUU, así como revertir políticas como “remain in Mexico”, pero también es cierto que es el tema con mayores pendientes, pues aún falta defender aún más los dreamers, y otorgar la permanencia permanente a los centroamericanos. En este aspecto, enfatizó el papel de la vicepresidenta Kamala Harris, a quien designó para abordar el diálogo con los países del Triángulo del Norte Centroamericano.
Este punto genera controversia, sobre todo, porque muchos migrantes en Estados Unidos observan que se esta haciendo algo muy similar a la promesa que hizo Obama a los migrantes, que nunca cumplió y que culpo al Congreso por no haberlo logrado.
En el campo internacional Biden ha avanzado mucho, pero también llega a tener objeciones en las relaciones con oriente (como Rusia y China), enfatizando sus diferencias con Vladimir Putin, al recordarle que el apoyo americano para detener las guerras lo tiene, pero que sus actos como los ciberataques o la manipulación de las elecciones americanas tienen consecuencias, y quizá el más llamativo de todos los roces, al llamarse mutuamente como “asesinos”; sin embargo, el plano fundamental de la política exterior es con el gigante asiático, enfatizando la competitividad contra China, donde visualiza la oportunidad de victoria frente al gigante asiático por medio de la investigación, ciencia, educación, y desarrollo en el comercio internacional, y un un ámbito más relajado, igual comentó plantear junto con sus aliados detener los conflictos en medio Oriente y Corea del Norte.
Si, Joe Biden es un presidente muy diferente a Trump, pues busca lograr los intereses americanos por caminos distintos, sin embargo, es él quien está liderando un país en crisis, que si bien ante el mundo se aferra a plantearse como la nación poderosa, padre de los que se cobijan en su territorio indestructible, no hay que olvidar que aunque muchas de las veces se sienta así, no es Dios, y es importante recordar que la transición de poder Trump – Biden fue muy polémica, pues se dio en medio de la división, así es, en la potencia americana hay crisis económica, política, social, ecológica, partidista y racial y Biden sabe muy bien que su nación está en un punto delicado donde, debe direccionar la nación con gran precisión para evitar un desplome difícil de controlar o inclusive de solucionar, pero, para fortuna de los americanos y para varias partes (por no decir todo) del mundo, ha demostrado tener el carácter y la dedicación suficiente para establecer orden en un gigante descontrolado, pues para recuperar la grandeza americana, requiere tener a la nación funcionando como reloj suizo, en efecto, tiene mucho camino que recorrer, pero es el que se debe tomar si quiere tener éxito en su apretada agenda presidencial. Rápidamente ha pasado un centenar de días en la Casa Blanca, su progreso ha sido satisfactorio, pero, debe continuar así para lograr sus ambiciosos y multifacéticos objetivos de levantar a un gigante caído en tiempo récord.
En sus primeros 100 días como presidente de “la nación más poderosa del mundo”, se logra apreciar un Joe Biden mucho más seguro, mostrando con orgullo el “cambio” que ha producido desde que llegó al poder, y con mayor ímpetu: el que pretende hacer en un futuro, alejándose de la imagen que proyectaba como un simple “candidato de transición e incluso, mostrando un perfil con mayor presencia, con un carácter fuerte, cuestión que era criticada por parte de los miembros de la oposición y del mismo partido demócrata. Con este discurso no sólo se pretende mostrar la postura y disposición al cambio de los demócratas; con un evidente cuadro histórico en el estrado presidencial ocupado por dos mujeres por primera vez en la historia del país: la vicepresidenta Harris, y la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, también con el fuerte mensaje de unión promovido desde la campaña la unión de los estadounidenses, necesaria para poner en marcha a Estados Unidos de nuevo.
Pero, sobre todo, el mayor acierto que logra vender el nuevo presidente norteamericano es su notoria diferencia con el exmandatario, Donald Trump. El hecho de ver a un presidente con la sensatez, madurez e inteligencia necesaria para dirigir a un país en proceso de deconstrucción, que a su vez representa a la potencia mundial, política y económicamente hablando. Un líder con una misión clara desde su inicio: mitigar la división política y social que permea en la sociedad estadounidense, que siempre ha existido, pero que la administración anterior se encargó de propagar, incentivando al odio, a la división y a la violencia.
La ausencia de demagogia en el actual mandatario, la sensación de calma, experiencia y esperanza que transmite, no sólo a los ciudadanos estadounidenses, sino a toda la comunidad internacional es lo que representa, sin dudarlo, un cambio realmente significativo. Si el anterior presidente marcó un hito y abrió (aún más) la puerta para que se establecieran gobiernos con tendencias autoritarias y que ya no van con los tiempos actuales en todo el mundo, con el presidente Biden se concibe con esperanza, que el impacto y los resultados derivados de un gobernador que busca construir lazos y no destruirlos, creen un efecto similar en la esfera internacional, porque ese es el poder que dice tener Estados Unidos de América.
Flavio González Ayala.
Internacionalista. Candidato a Doctor en Relaciones Internacionales, Negocios y Diplomacia por la UANL.
Profesor Investigador de la Facultad de Economía de la UASLP.
Maestro en Estudios de Asia y África por El Colegio de México.
