TODO LO QUE DICE EL CAMINO

Marco Antonio Zárate Mancha.

El pasado miércoles nos citamos con Claudia y Daniela para tomarnos unas cervezas en un bar, allá por el rumbo de Himalaya y Chapultepec. Llegué un poco antes de la hora acordada para pasar a saludar a mi amigo Óscar Zapata que vive a unos pasos del antro. No estaba y se me hizo cómodo y seguro dejar mi automóvil fuera de su casa. Caminé hasta el lugar y me asignaron una mesa mientras aparecían mis acompañantes. Al rato llegaron y comenzamos a platicar. En el interín llegó un mensaje de mi amigo que preguntaba dónde estaba, ya que había llegado a su casa, veía mi auto, pero no a su tripulante. Estaba inspirado y esto fue lo que le contesté por WhatsApp:

“Te felicito. Eres un hombre de casa, muy hogareño. En cambio, yo soy un trashumante, un nómada citadino, un beduino en un desierto de automóviles. Un tragaleguas de cuadras que se replican y no dicen nada. Recuerdo aquel trabajador que llevábamos en la parte trasera de una camioneta de redilas. Paré a mi chófer para que el hombre se pasara a la cabina, pues la lluvia había arreciado —habíamos terminado la jornada laboral en una pedrera que explotábamos para producir grava y otros materiales de construcción—. Una vez el hombre se acomodó, se sacudió la lluvia. Agradeció nuestro gesto y charlamos en forma breve sobre el clima. Era verano y transitábamos por una brecha en Oaxaca. Las providenciales lluvias habían sacado de su letargo a miles de semillas y el camino, por ambos costados, estaba atestado de plantas y coloridas flores silvestres. Los faros resaltaban sus múltiples tonalidades y destellaban cientos de reflejos de las gotas de agua. Era un espectáculo bucólico hermoso… Los últimos destellos del atardecer apenas insinuaban las copas de los árboles. Hice un comentario sobre lo hermoso del camino. El hombre, que apenas hablaba, dijo: ‘Y así está todo lo que dice el camino’. Me deslumbró la lacónica frase y su admirable contenido. Qué bueno que compartimos la cabina con aquel hombre y qué diferencia con lo que te dicen las anodinas calles citadinas”.

P.S.: “Y así está todo lo que dice el camino”. El hombre (del que lo único que recuerdo es que trabajaba de perforista), con su frase, me enseñó que los caminos te hablan, te dicen lo que son y lo que puedes encontrar en ellos. La frase sigue plantada allí, en una parte de mi memoria, tan fresca y lúcida como en el momento en que la escuché. Han pasado casi 40 años de ese episodio y su recuerdo me ha dado muchas horas de deleite aprendiendo a escuchar lo mucho que nos dicen los caminos. De veras que las cosas que valen la pena en la vida son cuasi inasibles, intangibles y duraderas, porque se quedan resguardadas en nuestra memoria, que es agua, para siempre.


Marco Antonio Zárate Mancha

Estudió ingeniería mecánica en la Universidad Michoacana. En sus inicios trabajó en el Grupo ICA. Posteriormente colaboró en la Secretaría de Programación y Presupuesto, en el Sistema Alimentario Mexicano de la Presidencia de la República. A su paso también se ha desempeñado en la Canacintra México, en el programa TIPS de Bancomext, en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, en el Gobierno de Michoacán y en el municipal de San Luis Potosí. Ha sido y es empresario y esporádicamente ha colaborado en diversas publicaciones impresas y electrónicas, como: Quadratín, Homozapping, revista AM Blues, Alternauta, Revista Transformación de Canacintra y Fórum Financiero, entre otros.


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