Por Daniela Lozoya Reyna
Ante el próximo, muy próximo y cercano regreso a clases presenciales anunciado por el gobierno de la Ciudad de México, y la “sugerencia” del ejecutivo federal de retornar a clases presenciales en todo el país en el mes de junio surgieron, como en todo el proceso, voces a favor y en contra.
Después de la inmunización a personal docente y administrativo de los planteles escolares, lo que sigue, según las autoridades es ir reabriendo poco a poco centros educativos en los próximos días; situación que se daría a muy pocos días de concluir el ciclo escolar.
Lo que sí es un hecho es que, lo que los alumnos dejaron de aprender en este poco más de un año de trabajo a distancia, no se va a reponer en las cinco semanas que restan de clases, esto suponiendo que todos los Estados de la República retornaran el 7 de junio como se anunció en la Ciudad de México.
Sin embargo, viéndolo desde una perspectiva optimista, con ésta medida se abre la posibilidad de hacer los arreglos necesarios tanto en los planteles como en las familias para hacer los ajustes que surjan sobre la marcha y modificarlos a fin de que el retorno al próximo ciclo escolar resulte exitoso en todos los aspectos.
Después de más de un año de trabajo en casa, más que un retorno para alcanzar los aprendizajes esperados, ésta medida resulta más un acercamiento de los docentes con sus alumnos, de ellos mismos con sus compañeros, con su escuela, con su salón, es su nueva realidad.
Para los docentes el regreso presencial representa un reto en cuanto a seguimiento puntual de protocolos para evitar propagación de virus y sin duda temor por la salud; para algunos de los alumnos, la esperanza de volver a una vida e infancia que después marzo de 2020 les fue arrebatada.
Más que una acción de aprender letras y números, lo que se aprenderá con este regreso a clases es reestablecer una vida después del virus, poner en práctica las nuevas formas de convivencia, adaptación y resiliencia en los centros escolares; sin duda, será una labor que requiera mucho esfuerzo de todos los actores involucrados.
Lo más importante es que este retorno no será obligatorio y cada familia y centro escolar tendrá la libertad de decidir si apertura o no, así como cada padre de familia o estudiante decidirá si asiste o no a las clases presenciales tomando en cuenta el contexto y situación en la que se encuentren.
