LA  SOBERBIA  PROVOCA MÁS SANGRE

Por Claudio García

La soberbia del ejecutivo federal, quien hace gala de esta cada mañana desde su templete en palacio nacional, volvió al ataque y a la descalificación, ahora se fue contra los sacerdotes, no soportó que un jesuita, de los comprometidos con los más pobres, como lo es “El Pato” Ávila, de nombre Javier, dijera ante la muerte de sus hermanos en Cristo que “ya no nos alcanzan los abrazos para tantos balazos”.

Tampoco soportó que la iglesia en su conjunto a través de sus obispos  señalara que se debía de revisar la estrategia de seguridad, porque “México está salpicando sangre”, a ellos y a los jesuitas los llamó hipócritas y estar al servicio de la oligarquía, de los tradicionalistas, total contra la 4T. Qué poco conoce de las misiones jesuitas y de los escritos que durante dos sexenios han hecho los obispos contra la violencia.

No paró en eso, pues después de insultar al publicista Carlos Alazraki al compararlo con Hitler, también atacó a la comunidad judía por defender a uno de los suyos y les dice que no tienen “patente de corzo para dañar un movimiento de transformación” y todo porque esa comunidad le hizo ver la ofensa que se comente contra ellos al llamar a uno de sus miembros “Hitler”.

Los ataques han sido contra todos, lo mismo fue contra médicos, arquitectos, ciudadanos de clase media, becarios en el extranjero, intelectuales, investigadores, periodistas, ahora sacerdotes y comunidad judía, todo lo que él cree que se mueve en su contra, o a todos los que con datos duros le hacen ver el error.

Pero eso no le importa, no le importa el daño que hace a cada día a los mexicanos dividiéndolos, No hay posibilidad de que el tipo admita un error, es terco, necio, testarudo e ignorante de atar.

La pobreza aumenta, hay un desorden en  los servicios de salud y educación casi en ruinas. La inseguridad es la que más nos ha afectado, aunque no lo acepte. Desde que llegó al gobierno, México está a la cabeza de los países más peligrosos del mundo. Las cifras de muertes en su administración es de más de 121 mil, la más alta de los últimos dos sexenios.

Encontramos a municipios enteros dominados por los grupos violentos con autoridades que les obedecen porque ellos los pusieron. Y frente al asesinato   de los dos jesuitas en la sierra de Chihuahua, que motivó una firme declaración de la Iglesia católica, insistiendo en que se actúe y se contenga la ola de crímenes que tanta sangre han costado, que se dejen los abrazos y se contenga a los criminales. Como respuesta, el Presidente simplemente tachó de hipócritas las denuncias de los sacerdotes.

Le pidieron que no se trata de matar en caliente, sino de garantizar la seguridad y el orden, razón de existir del Estado, que al no lograrlo, como sucede en México, nos enfrentamos a un estado fallido, donde la autoridad es el grupo violento con sus cuernos de chivo.

 Las consecuencias de una política errónea provocan que  vivamos un México en sangre, muy lejano a uno en paz y así seguiremos mientras los criminales no estén enterados, no sepan, no se les haga sentir el poder de la ley, de un estado de derecho, donde impere la ley. Que a cada acto que cometan contra la ley, contra la ciudadanía, contra el Estado, sepan que hay consecuencias y las vivan.

Pero  “si el presidente López Obrador decide humillarse frente a la delincuencia organizada con el pretexto de evitar la guerra, se quedará con la guerra y con la humillación”. O ¿hay un pacto con esos grupos, hay intereses por dejarlos actuar impunemente?

No hay opción para elegir, el Estado de derecho debe imponerse, la impunidad no es el camino.

En este sexenio el país se encuentra deshecho, pero será una decisión de la ciudadanía de cada uno de nosotros que se mantenga o se recupere, que se siga hundiendo o salga adelante, el 2024 será el momento. Pero desde ahora debemos construir una alternativa ciudadana que enfrente la soberbia maldita de López Obrador.


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