Gracias Mafalda.
Por Jorge Andrés López Espinosa
Corría el año de 1965 cuando Mafalda aparecía por primera vez publicada en la hermana República Argentina, esa traviesa niña de pequeños ojos quien casi de inmediato atrapó los corazones de aquella generación sudamericana, inmersa en el preludio de una dictadura militar que se asomaba en el horizonte. Así, Mafalda irrumpía de la mano de su
creador el brillante humorista Quino, casi a la par de las dictaduras populistas de la segunda mitad del siglo XX. Pero, ¿qué representaba Mafalda entonces y que representa hoy cincuenta y siete años después? Mafalda es un personaje que recuperó desde aquellos años la niñez latinoamericana, quien aún con toda su inocencia, pero con un agudo sentido común, sueña con un mundo mejor, pero sabe que el soñar no basta, de modo que cuestiona y critica a la sociedad de su tiempo, con preguntas que no por pueriles dejan de tener un alto contendio de critica ácida, que hacían inentendibles e
insostenibles las posturas adultocentristas que se generaban en las respuestas a sus cuestionamientos. Mafalda quería (quiere) parar el mundo porque desea bajarse, porque es un mundo donde todo ocurre tan rápido que no le agrada, pero es el mundo de los adultos el que no le gusta el mundo que es una vergüenza y un verdadero desastre. Mafalda es entonces un ente intemporal, representó y sigue haciéndolo con brillantez y dignidad a esas niñas y niños que no pueden entender porque los seres humanos se lastiman, porque en la niñez la amistad es el más grande honor y el juego resuelve absolutamente cualquier conflicto. Respecto al poder, Mafalda decía que los hijos habían nacido cuando los padres ya habían tomado el poder en el hogar y eso realmente lo complicaba todo, con mucho atino comparaba también a la sopa con el socialismo: “la sopa es a la niñez lo que el comunismo a la democracia” y es que Mafalda vivió el mundo
de la Guerra Fría, de los muros que dividieron naciones, de dictadores que tergiversaron los postulados de Marx y Engels para perpetuarse en el poder autocomplaciéndose al decirse hasta la saciedad que “el pueblo” los aclamaba. Mafalda llama farsantes a los populistas y se asume liberal progresista, es por supuesto una niña aspiracionista, porque desde luego que desea, quiere, sueña con una vida mejor en este planeta, es por eso también ambientalista y ecologista, sabe que el planeta tierra debe cuidarse ante todo por ser el hogar de millones de seres humanos, por eso también Mafalda es pacifista, le enoja la guerra y cualquier conflicto que termine en violencia, odia la injusticia y el agandalle, pues como todo niño no soporta a los tramposos y bribones, así, Mafalda se convierte en embajadora de todo lo bueno que nos ocurre en la niñez y que de a poco con la vida adulta se va perdiendo. Por suerte Mafalda, nuestra Mafalda nunca envejeció y estoy seguro que no lo hará durante largo tiempo, como tampoco debería claudicar nuestro niño interior, ese que le han llamado conciencia, esa vocecita que siendo adultos nos dice con exactitud cuando estamos obrando mal, cuando hemos dejado de pensar en el otro y dolosamente cruzamos la línea del perjuicio a otro ser vivo, así sea un árbol, una mariposa o un hermano humano. Esta semana será día del niño (30 de abril), muchos publicaran en las redes del Ego sus fotos infantiles, esas que a mi generación nos sacaban en estudio para el recuerdo; la invitación de Mafalda para este año es que además de desenplovar la foto del niño inocente que fuimos, saquemos también ese niño que se comportaba como tal, leal a sus amigos, obediente a sus padres y bueno, siempre bueno con todo el mundo. Gracias Mafalda te queremos y admiramos. Los sigo leyendo en este correo: jorgeandres7826@hotmail.com.
