«Déjenme emitir y controlar el dinero de una nación
y no me importará quién escriba las leyes».
Mayer Amschel Rothschild
«Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecen en torno a los bancos privarán a la gente de toda posesión. Primero por la inflación y después por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo sobre la tierra que sus padres conquistaron».
Thomas Jefferson
«Si quieres conocer un asunto, haz su historia»[i].
Un (imposible) maestro de la política.
Por Marco Antonio Zárate Mancha
En el escrito previo, abordamos el tema del dinero fiat, esto es, dinero basado en la confianza. El mundo se ha inundado de dinero sin el respaldo que tuvo hace más de medio siglo cuando existía la convertibilidad del dólar: moneda estadounidense acuñada, moneda respaldada por oro. Ya no existe más ese esquema de seguridad monetario en los EEUU.
En la actualidad buena parte de la moneda y de las transacciones mundiales sólo son impulsos electrónicos. Dígitos tecleados desde una máquina en un punto A que aparecen en la pantalla de otro dispositivo en B.
En la época del neoliberalismo el movimiento de capitales es de locura. Un auténtico casino planetario. El sociólogo inglés Anthony Giddens[i], a principios de este siglo XXI, lo describía así:
«Ajustada como está al dinero electrónico —dinero que existe sólo como dígitos en ordenadores—, la economía mundial de hoy no tiene paralelo en épocas anteriores.
En la nueva economía electrónica global, gestores de fondos, bancos, empresas, al igual que millones de inversores individuales, pueden transferir cantidades enormes de capital de un lado del mundo a otro con el botón de un ratón. Al hacerlo pueden desestabilizar lo que podían parecer economías sólidas y a prueba de bomba […]
El volumen de transacciones económicas mundiales se mide normalmente en dólares estadounidenses. Para la mayoría de la gente un millón de dólares es mucho dinero. Medido como fajo de billetes de cien dólares, abultaría 50 centímetros. Cien millones de dólares llegarían más alto que la catedral de San Pablo de Londres. Mil millones de dólares medirían casi 200 kilómetros, 20 veces más que el monte Everest».
Por su parte, Zygmunt Bauman[ii], sociólogo polaco, hace ya más de una década también nos ilustraba sobre esta preocupante característica del neoliberalismo en su fase de globalización:
«Según los cálculos de René Passet, las transacciones financieras puramente especulativas entre monedas alcanzan la cantidad de 1,3 billones de dólares diarios, un volumen cincuenta veces mayor que el del intercambio comercial y casi igual a los 1,5 billones de dólares que suman las reservas de todos los “bancos nacionales” del mundo. Ningún Estado —dice Passet en conclusión— puede resistir más allá de unos pocos días las presiones especulativas de los “mercados”».
Acerca de estos movimientos especulativos y de los montos alcanzados hace algunos años, en la actualidad se han acelerado y concentrado de forma brutal, al grado de que hace un año, a principios de febrero del 2022, el senador por el estado de Vermont, Bernie Sanders, alertaba ante el Comité de Presupuesto que preside en el senado de su país, sobre el inmenso poder económico y político que actualmente tienen las empresas financieras, al poner de ejemplo a tres administradoras de activos de Wall Street, señalando: «Nunca en la historia de Estados Unidos tan pocos han sido dueños de tanto y han tenido tanto poder sobre nuestra economía».
Señaló que tan solo ¡tres administradoras de Wall Street!, controlan 22 mil millones de dólares en activos: BlackRock, State Street y Vanguard. Para poner en perspectiva esa cifra, recordemos que el Producto Interno Bruto, PIB, de Estados Unidos es de 24 mil millones, por lo que dichas administradoras operan inversiones equivalentes al 92% del PIB de EEUU. El senador Sanders declaró que esa cantidad representa ¡5 veces el PIB de Alemania!
En su intervención advirtió que esa tercia de operadoras tiene acciones en más del 96% de las 500 empresas del índice de Standard and Poor’s, S&P, en la Bolsa de Valores. Y que están presentes en los sectores económicos más dinámicos y valiosos de la economía, como son bancos, empresas farmacéuticas, fabricantes de aviones y aerolíneas, industria alimentaria y producción de alimentos, telecomunicaciones, electrónica y consorcios de medios de comunicación, por citar algunos de ellos.
Lo anterior obliga a reflexionar acerca de cómo está construido el mundo para favorecer una concentración brutal del ingreso. Esto es, una apropiación monstruosa de la riqueza generada en el mundo.
Para abordar un tema tan arduo y colosal, recordemos que la globalización fue precisamente eso: un modelo de acumulación de riqueza vendido como solución a los problemas del mundo. El libre comercio de mercancías y de movimiento o transferencia de dinero como modelo universal. En ese paradigma económico fluyen libremente mercancías y dinero, no personas. Eric Alliez y Maurizio Lazzarato[iii] refieren que:
«La mundialización, que en realidad no es más que una nueva forma de colonización implementada para captar los ingresos necesarios para sostener el ‘American Way of life’, nos está precipitando hacia la “extinción” como primera y última verdad de la “aceleración”. El capitalismo no produce solamente crisis y una crisis continua o continuada, sino también ‘catástrofes’ sanitarias, ecológicas, sociales, económicas, políticas. No hay modo de producción que no sea, al mismo tiempo, y en la larga duración del ‘capitaloceno’, un modo de destrucción».
Cualquier persona sabe que el modelo capitalista efectivamente genera riqueza, pero ¿cuál es su costo social? Si atendemos a lo que Naomi Wolf[iv] advierte en su trabajo: «Estados Unidos fascista, en 10 sencillos pasos», el gobierno de ese país ha sido comprado por la plutocracia mundial. Tal es la conclusión de la analista. El mecanismo de apropiación de los EEUU ha sido a través de un proceso gradual en que el capital ha comprado a las cámaras y sus representantes con torrentes de dinero. Como contraprestación legalizaron el soborno. Pero la plutocracia es insaciable y recordemos que la periodista canadiense Naomi Klein en su momento expuso que el gobierno de «Trump anunció una drástica rebaja de impuestos, por lo que las corporaciones pagarían solo un 15% (en vez del 35% que pagan actualmente), y prometió una reducción radical de la normativa, del 75%. Sus planes fiscales incluyen toda una serie de exenciones tributarias y lagunas legales para los ciudadanos más ricos, como los que pueblan su gabinete (y ni que decir tiene, como él mismo)[v]».
Así pues tenemos que la plutocracia mundial ha comprado o secuestrado el poder político de los EEUU, y confecciona leyes y ordenamientos a su favor, pero no solo de ese país, sino que los gobiernos de prácticamente todo el mundo siguen las reglas del imperialismo financiero. De esta forma, los países miembros del Foro Económico de Davos y países invitados, asisten anualmente para tomar nota de la agenda de los poderosos.
A los países renuentes a acatar las directrices de la plutocracia en Davos, se les niegan créditos, se les imponen barreras arancelarias o se les castiga dejándoles de comprar mercancías. También las famosas «calificadoras» hacen su trabajo y a los países rebeldes (recordar Grecia) les asignan una baja calificación, que significa que las tasas de los préstamos tendrán un interés más alto por ser mayor el riesgo con lo que ahogan aún más esas economías. El esquema es muy conocido y se implantó desde los 70’s y a los países se les dejó endeudarse (debido a la rampante y necesaria corrupción mundial). Para pagar sus empréstitos los países entregaron sus empresas gubernamentales, subieron impuestos (en México IVA de 10 a 16%, se gravó el consumo, no el capital o los ingresos), redujeron sueldos y salarios, abatieron prestaciones sociales (actualmente la mayoría de los trabajos son precarios, es decir, casi nulas prestaciones), también los esquemas de pensiones se debilitaron… En síntesis, se entregó casi todo el control al capital. Recordemos las famosas «cartas de intención» que fueron “«recetas» de política económica impuestas por el Fondo Monetario Internacional, FMI, para «corregir» desviaciones en la economía.
Las grandes corporaciones financieras y sus dueños se han apropiado del mundo. El esquema es en sí mismo un engaño, pues ellos controlan la emisión de dinero en el mundo. Rotativas que lo único que necesitan es papel y tinta para imprimir papel moneda al gusto. Esos dineros sirven para comprar e invertir. Volvemos a lo mismo, dinero sin mayor respaldo sirve para comprar el mundo y moldearlo a su antojo.
La concentración de riqueza ha llegado a límites verdaderamente alarmantes y para dar cuenta de ello, nos apoyaremos en los informes anuales de Oxfam Internacional[vi], con sede en Oxford, Reino Unido. Las organizaciones que la conforman tienen el propósito de combatir la desigualdad en el planeta, así como acabar con la pobreza y la injusticia. Cabe mencionar que los informes anuales se publican en enero del año siguiente.
Para 2019 (informe “ENERO 2020”), ya se advierte que «La desigualdad económica está fuera de control». Recordemos que a finales de ese año se alertó sobre la “emergencia sanitaria” del virus quimérico SARS-CoV2, causante de la Covid-19. En el resumen del documento se hace notar que para ese año 2019:
«[…] los 2 mil 153 milmillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4 mil 600 millones de personas. Esta enorme brecha es consecuencia de un sistema económico fallido y sexista que valora más la riqueza de una élite privilegiada, en su mayoría hombres, que los miles de millones de horas del esencial trabajo de cuidados no remunerado o mal remunerado que llevan a cabo fundamentalmente mujeres y niñas en todo el mundo. Cuidar de los demás, cocinar, limpiar y recoger agua y leña son tareas diarias esenciales para el bienestar de la sociedad, las comunidades y la economía. La pesada y desigual responsabilidad del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres perpetúa las desigualdades económicas como la desigualdad de género».
Los números del informe son escalofriantes. Si consideramos que para ese año la población mundial era de 7 mil 743 millones de personas, los 2 mil 153 mil millonarios representan el 0.0000278% de la población mundial y son poseedores de más riqueza que 4 mil 600 millones de personas, esto es igual a casi 60% (59.4%) de la población del planeta.
El informe hace énfasis en la explotación que sufren en mayor medida mujeres y niños, que cotidianamente aportan su trabajo para el funcionamiento de sus hogares, muchos de ellos además del trabajo en sus casas, apoyan el ingreso familiar con trabajos callejeros o de plano viven de la caridad. Sin duda algo está podrido en el sistema económico y de forma acelerada está dejando en la miseria a miles de millones de seres humanos en el planeta.
Un entrevistado que recoge el informe, Djaffar Shalchi, presidente de la junta directiva de la Human Act Foundation, señala que el problema de la desigualdad es sencillo de resolver:
«[…] si queremos sociedades más igualitarias y felices los ricos deben pagar los impuestos que en justicia les corresponden. Cuando un multimillonario tributa a un tipo impositivo más bajo que su asistente, es evidente que algo no funciona en la sociedad».
Estamos de acuerdo con el presidente de la Human Act Foundation, solo queremos saber ¿cómo se hará que los ricos paguen los impuestos a las tasas que pagan los contribuyentes menores? En la próxima entrega revisaremos los informes de Oxfam International correspondientes a los años 2020, 2021 y 2022. Los dos años pandémicos completamente atípicos y el 2022, año pospandémico.
[i]Eric Alliez – Maurizio Lazzarato. Guerras y capital. Una contrahistoria. Tinta Limón. 2021. P. 11.
[i] Anthony Giddens, Un mundo desbocado, Los efectos de la globalización en nuestras vidas, Taurus, 2000, p. 22.
[ii] Zygmunt Bauman. La Globalización, consecuencias humanas, FCE, 2010. P. 90.
[iii] Eric Alliez – Maurizio Lazzarato. Guerras y capital. Op. Cit. Pp. 13-14.
[iv] https://www.theguardian.com/world/2007/apr/24/usa.comment
[v] Naomi Klein. Decir No No Basta. Contra las nuevas políticas del shock por el mundo que queremos. Paidós. 2018. P. 36.
[vi] Oxfam Internacional se fundó en el año de 1995 por un conjunto de organizaciones no gubernamentales con el propósito de combatir la desigualdad y acabar con la pobreza y la injusticia. Su nombre proviene del Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (Oxford Committee for Famine Relief), creado en Gran Bretaña en 1942. Oxfam se presenta como confederación integrada por 221 organizaciones socias y afiliadas.
