LA SOBERBIA SOBERANÍA DEL MACUSPANO

De repente las puertas se abrieron, de la aquel palacio emergieron dos figuras, el soberano y la consorte, ambos caminaron por el centro de la valla que les formaron. No llevaba corona, se la imaginaba, pero los vítores, las porras y la inclinación de cabezas a su paso bastaban.  Así pasó por la plancha hasta el templete, donde el trono, al centro de su séquito real de primer nivel lo esperaba, lo saludó, con una reverencia y la mirada al piso, como se saluda a los soberanos.

Antes de tomar asiento fue al frente de la plataforma para levantar el brazo y sonreír, respirar satisfecho de lo que él, él y nadie más puede hacer, llenar aquel espacio y si alguien lo logra, se vuelve a llamar para que torta, refresco, algunos pesillos y apoyos forzados bajo la amenaza que de no asistir se retira la dádiva. Claro todo bajo signo de la pobreza y la ignorancia.

Como los odiados monarcas europeos, pero sin el estilo de aquellos, más cercano o parecido a esos brazos levantados en las concentraciones hitlerianas, de Mussolini, las de Fidel, las chavistas o las actuales de Maduro, el señor sonreía y paseaba por el templete, para iniciar su arenga. Frente a él la zona VIP, donde los que no son iguales, los otros, los consentidos de morena.

Y habló a grito pelado contra el intervencionismo, a favor de la soberanía, del nacionalizado litio, de dos de sus grandes banderas el petróleo – por cierto Expropiación Petrolera fue el pretexto para su vanagloria- PEMEX Y CFE que marcan con fe patriotera su grito populista, su inexplicable significado para los asistentes ( para estos, la mayoría era como aquella frase de “yanquis go home”), claro que no dijo cuánto se les invierte al año y cuánto pierden, no eso no estaba en el script.

Lo que no podía faltar fue la explosión nauseabunda, llena del vómito falso de pueblo de justicia, aunque el pueblo cada día se más pobre (esa es la estrategia), la justicia solo sea la que él imponga y decida, porque ya lo ha dicho “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”.

Todo estaba como él quería, todo a modos para exigir desde esa plancha que no regresarán los odiados enemigos – Calderón, Salinas y demás compinches neoliberales, los “oligarcas”- y para eso, al frente uno de sus posibles herederos, sucesores – sus corcholatas vamos- Ebrard, el otro López y ella la Sheinbaum – y Monreal?, ese con las gansa pero solo- de los tres, ha dicho que  con cualquiera “habrá continuidad” ( para asegurarlo estará vigilante  desde la “Chingada”, para eso se es cacique). Y los convoca a la unidad. Unidad llena de pellizcos, patadas, cabezazos y escupitajos.

Y así al final de la arenga, de la perorata dirigida al “pueblo bueno” terminó con “Cooperación, sí, sometimiento, no; intervencionismo, no”. Fin para regresar al aposento palaciego donde se guarda cada día, donde vallas lo esconden y puede pasear libremente por lo que hoy es su palacio.

La gente, los del “pueblo”, tomaron camino a sus camiones, ya habían pasado lista, ahora a cobrar su quinienton o su comisión por llevar un camión. Hay van a cansados, la gran mayoría ni supieron bien a bien de qué se trató, pero les cayó la extrita y además un paseo a la Ciudad de México.

Así una figura de cartón y tela con la imagen de Norma Piña, de la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia, fue el reflejo de lo que es su mandato, el de López Obrador, el de la violencia, agresión, desprecio mañanero, que día a día ataca y lanza a sus huestes contra los que ve como sus enemigos. Después de patear la imagen fue quemada. Eso provoca cada mañana.

Mientras el Zócalo se llenó y la soberbia ocupaba el templete, había llanto, tristeza, lágrimas, dolor, angustia, preocupación ante los homicidios, los feminicidios, las violaciones, la falta de medicamentos, de alimentos, los sin empleo, los fraudes, extorsiones y de ese palacio solo sale el silencio ante estos reclamos que día tras día suman más y más. Todos estos no estuvieron en la plancha en la veneración. De esos ni se acordó, ni referencia hubo. Los llantos, las lágrimas, el dolor se quedaron en hospitales, capillas ardientes, panteones, fosas perdidas en la nada y hogares sin padres o madres, hijos o hijas desaparecidos. ¡Viva la soberbia soberanía del macuspano!

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