«Para que una planta crezca lo primero que hay que hacer es eliminar los parásitos (principio no solo aplicable al sector agrícola)».
Tomado de la Red
«La propiedad es el robo».
Pierre-Joseph Proudhon
«El poder estatal moderno no es otra cosa que un comité que administra los negocios comunes de la clase burguesa, globalmente considerada».
Karl Marx
Por: Marco Antonio Zárate Mancha
La humanidad desde hace miles de años ha permitido que una mínima parte de ella la parasite y —a juicio mío— representa lo peor de su propio género … Indagar los medios por los que una ínfima parte de la humanidad se impuso exitosamente a los otros, es lo que este escrito pretende explorar. Pero antes revisemos la definición de parásito por la Real Academia Española, RAE:
Parásito: «Dicho de un organismo animal o vegetal: Que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo».
Si nos atenemos a la primera acepción, la plutocracia no encajaría y por tanto no sustentaría nuestra hipótesis, toda vez que somos de la misma especie. A no ser que nos dejemos llevar por la teoría de la conspiración, relativa a una especie «reptiliana» que a trasmano gobierna el planeta y viviría a nuestras expensas. Casualmente, los adeptos a esta conjetura identifican a las distintas familias de la realeza —y plutocracia mundial— como parte de esa especie «reptiliana» …
Pero volvamos a la RAE, que ofrece otra acepción de parásito:
Parásito: «Dicho de una persona. Que vive a costa ajena». Esta segunda acepción sí comprende al género humano, a la misma especie, y se definiría como un tipo de «comportamiento social», que llamaríamos arbitrario, despótico, abusivo, injusto, por decir lo menos.
Dejemos bien asentado que para efectos de nuestra proposición, la segunda definición ajusta a la perfección: Una persona vive a costa de otra. Se nutre de ella, la explota, la expolia, abusa de ella…
Hay una distinción que vale la pena destacar. Los parásitos en el reino animal y vegetal invaden o colonizan algunas partes del organismo huésped y viven a sus expensas. Es decir, están o viven dentro de él —endoparásitos— y fuera de él —ectoparásitos—. En este último caso tendríamos a los ácaros, piojos, etc. … Los ectoparásitos viven fuera del huésped, pero de alguna forma están sobre él.
Dentro de los parásitos, señalaremos ciertos cambios provocados en el comportamiento de sus huéspedes a los cuales «zombifican», obligándoles a actuar a favor del parásito y su descendencia, a costa de su vida.
En efecto, personal del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia estudió la alteración causada por un parásito de insectos —chapulines, grillos y mantis, entre otros—. El parásito estudiado es un gusano —Spinochordodes Tellinii— cuyas larvas se desarrollan en el abdomen de este tipo de insectos; una vez concluido el ciclo dentro del huésped, los gusanos secretan sustancias químicas que afectan el comportamiento del huésped —grillo o mantis—, provocándole un comportamiento suicida que lo fuerza a acercarse a la luz y como los cuerpos de agua reflejan la luz de la luna, los grillos o mantis se dirigen a charcos, lagos y arroyos donde saltan para morir ahogados, una vez allí, el gusano abandona el cadáver para continuar su ciclo de reproducción acuática.
Otro caso estudiado es un hongo. La víctima es la hormiga Camponotus leonardi, parasitada por el hongo —Ophiocordyceps unilateralis—. Las diminutas esporas del hongo ingresan al sistema respiratorio de la hormiga y comienza su colonización. En su desarrollo el parásito gradualmente devora tejidos no vitales de la hormiga, dejando el sistema nervioso intacto. Cuando alcanza la adultez, el hongo produce sustancias químicas que afectan el comportamiento de la hormiga, haciéndola trepar a lo alto de árboles y plantas para atenazar con sus mandíbulas las nervaduras de las hojas en donde queda anclada. Una vez allí, el hongo comerá su cerebro y brotará del esqueleto de la hormiga, al tiempo que liberará sus esporas que por acción del viento colonizarán otros hospederos para comenzar el ciclo…
En ambos casos los parásitos se hospedan en insectos. Lo relevante es que los aprovechan lentamente hasta que cierto desarrollo de una etapa termina, y en la adultez, emergen de ellos. En el caso del nemátodo, su huésped termina ahogado y en el hongo se alimenta de él hasta la adultez y, al terminar el ciclo, liberará esporas al viento… y también morirá.
Llama la atención la influencia causada en el comportamiento y «voluntad» del huésped. De hecho lo despojan de ella y lo manipulan a su favor hasta concluir su desarrollo…
Cualquiera con ciertos conocimientos de biología entenderá lo expuesto y con fundadas razones se preguntará: ¿Y todo lo anterior qué tiene que ver con la plutocracia parasitaria?
En el «exitoso» caso de la plutocracia, pensemos que un mínimo porcentaje de la población mundial, tan pequeño que quizá sea del 1% del total de personas en el planeta —unos 80 millones—, ha llegado a parasitar sobre 7 mil 920 millones de individuos.
De ser ciertos estos datos, entonces cabría preguntarse: ¿Cómo es posible que una fracción tan pequeña de individuos haya sido capaz de parasitar al 99% de la humanidad?
Sería muy arduo y el posible lector seguramente se aburriría si entramos al árido tema de la historia económica, por tanto nos atendremos a un breve resumen, muy esquemático, para exponer la forma de acumular poder para someter a la mayoría de la población del planeta. De qué artilugios se han valido para domeñar a tanta gente. Eso es lo que intentaremos mostrar…
Pensemos en la realeza actual, reminiscencia del feudalismo. Sistema económico basado o ligado a la producción de la tierra. Por ello se luchaba hasta la muerte por «territorio» —se invadía, se colonizaba, se anexaba…— ya que la tierra era la base de la riqueza.
Los señores feudales tenían súbditos a los que se permitía explotar una porción de tierra a cambio de entregar un porcentaje de la producción, así como de pagar tributo (impuestos)… a cambio el señor feudal brindaba protección. Los señores feudales surgieron ante la incapacidad de los reyes por defender sus vastos territorios de invasiones y saqueos por extranjeros.
Así pues, los monarcas cedían feudos a los poderosos de sus regiones (condes, duques y marqueses) a fin de asegurar su lealtad.
Veamos un caso emblemático.
La superficie detentada por la familia real británica. En su momento la Reina Isabel II fue jefe de Estado de 32 países. La superficie sobre la que ejercía mando y poder era de 27 millones de kilómetros cuadrados (alrededor de un sexto de la superficie terrestre no cubierta por los mares, equivalente a Rusia y Canadá juntos. Los dos países más grandes del planeta en cuanto territorio).
La corona británica, invade y saquea continentes enteros. Su riqueza es equivalente a la pobreza que dejan a países y continentes enteros una vez han extraído todos los tesoros. Son proclives al saqueo de metales preciosos, diamantes, gemas, minerales raros y por tanto valiosos, al petróleo… También hurtan joyas, monumentos y piezas arqueológicas, que son referencias históricas de los países expoliados…
En el pasado los reyes otorgaban las famosas «patentes de corzo», forma de “piratería legal” o permitida en alta mar a cambio de que entregaran 30% del botín al monarca. ¡Viva la realeza! La riqueza actual de muchas naciones está basada en esas formas de rapiña…
Actualmente la fortaleza militar sigue siendo la «columna» en que basan su poder de “convencimiento” y si no les alcanza para saquear otro país que tengan en la mira (pensemos en Irak, Libia, Siria…), tenemos un «cartel» de países asociados (OTAN), para en su momento aglutinar poderío militar (echarle montón) e invadir cualquier país que no quiera ceder soberanía, algún recurso estratégico o posición privilegiada que esté en la mira de los poderosos.
Con una poderosísima maquinaria propagandística basada en el control de los más importantes consorcios de comunicación masiva en occidente, manipulan el «fervor patrio» de sus ciudadanos y con ello adeptos para justificar el castigo a países rebeldes y a sus gobernantes.
A guisa de ejemplo: En su oportunidad George W. Bush acusó a Saddam Hussein de ser un gobernante tirano que además tenía armas de destrucción masiva. Las acusaciones y falsedades (nunca se encontraron las armas de destrucción masiva) en contra del presidente iraquí surtieron efecto y la coalición encabezada por EEUU que lideraba al Reino Unido, Australia y Polonia, terminó por doblegar al presidente iraquí, quien después de una larga persecución fue capturado, enjuiciado y condenado a morir en la horca. ¿Qué tal, eh…?
En líneas precedentes está manifiesta la estrategia empleada por la plutocracia para manipular a grandes masas de población que no es otra que propaganda sesgada para tergiversar, falsear, suplantar la realidad y hacer creer a legiones de ciudadanos que los consorcios de medios masivos de comunicación “informan” (en occidente, propiedad de la plutocracia), pero muchos críticos y estudiosos como Giovanni Sartori ponen al descubierto qué es «la verdadera desinformación: no informar poco (demasiado poco), sino informar mal, distorsionando».
Los parásitos analizados en líneas anteriores influyen en sus huéspedes a través de la secreción de sustancias químicas que alteran su comportamiento obligándolos al suicidio. En su caso, la plutocracia manipula la realidad a través de los medios masivos de comunicación, influyendo en las consciencias a través de la tergiversación o manipulación de los hechos para favorecer su visión del estado de cosas (pensamiento único), para mantener y ampliar su dominio y por tanto su poder sobre legiones de personas «anestesiadas» en el planeta.
Para ilustrar lo anterior, veamos lo sucedido con la dizque «emergencia sanitaria por el SARS-CoV2, causante de la Covid-19». La “pandemia” fue ocasionada por un virus hasta ahora nunca visto. Nadie en todo el planeta lo ha logrado aislar. Sólo se cuenta con un modelo computarizado. Eso es todo.
Pero eso bastó a la plutocracia para echar andar una colosal campaña propagandística basada en el miedo a todo lo largo y ancho del planeta. Para ello contó con la complicidad de la Organización Mundial de la Salud, OMS, y su empleado Tedros Adhanom Ghebreyesus que cobra como director general. El “Caballo de Troya” en cada hogar fue la televisión y los contenidos filtrados a las cadenas televisivas super controladas homogenizaron y sancionaron los mensajes a los turbados ciudadanos.
Las cadenas televisivas repetían como “loros” los contenidos y lo extraño era la «unidad del discurso» en cualquier cadena televisiva. Fue un montaje digno de Hollywood y sus más destacados guionistas. Cualquier mensaje que contrariara la versión “autorizada” por la élite, inmediatamente era eliminada de YouTube, Facebook, WhatsApp…
Su gran éxito fue usar el «arma del miedo psicológico» que, como se sabe, vuelve a la gente irracional, fácilmente manipulable que es lo que en el fondo se buscaba, para convencerla de vacunarse una vez se elaborara en forma exprés la «terapia génica» en cualquiera de sus variantes, erróneamente llamada “vacuna”. No hubo necesidad de convencerla, la gente clamaba a sus gobiernos por las vacunas y estos, presionados por sus ciudadanos, pujaban en el mercado por las dizque “vacunas”.
Fue tal el éxito que en todo el mundo recibieron al menos un pinchazo 4 mil 800 millones de personas. Esa cifra es casi el 60% de la población mundial que alcanzó hace unos meses los 8 mil millones. Ni hablar de las ganancias de la industria farmacéutica, casi toda ella en manos de la plutocracia…
Ahora bien, si los principales consorcios de medios masivos de comunicación; de la industria farmacéutica; de las estrellas de la pandemia: Alphabet (Google), Apple, Facebook (Meta), Amazon, Microsoft y Uber, también están en manos de la plutocracia, ¿cómo ha sido posible esto?
(Continuará…)
