ABANDONO EN EL DESIERTO DE TEXAS

A “Héctor” y a miles de         jóvenes mexicanos y del mundo

Por:
Marco Antonio Zárate Mancha

Viendo videos en YouTube, me topé con una fotografía que muestra la tragedia cotidiana y anónima de nuestro México, tan lejano a los apátridas que hoy lo dirigen y erigidos con mil artimañas como representantes del pueblo para dirigir sus destinos.

    

Héctor, joven de 18 años, originario de Tehuacán, Puebla, vestido con ropa tipo camuflaje y un sombrerito también con mismo diseño, rompe en llanto mientras un policía texano le toca el hombro izquierdo. La cara y los ojos del joven lo dicen todo. Abandonado por polleros criminales junto a otros 10 hombres, poco a poco se rezagó del conjunto al no poder mantener el paso y al poco tiempo de separarse se perdió y vagó sin rumbo por dos días. Tuvo la suerte de encontrarse con una cámara de video en la que se mostró desesperado… Para su fortuna un policía de Texas lo vio y acudió en su auxilio. Este había trabajado por 26 años en la patrulla fronteriza y logró rescatarlo.  

Al narrar su historia, dijo que había huido de México por el hostigamiento de un cartel que quería reclutarlo a la fuerza. Al brutal y despiadado asedio de los carteles en buena parte del territorio del país, se suma la desatención de los gobiernos de la 4T al campo mexicano. Sus programas son viles padrones que distribuyen “apoyos” a los campesinos y sus familias. Al respecto, mujeres indígenas han manifestado su desacuerdo con la entrega de dinero a sus parejas pues se lo gastan en alcohol y cervezas y prefieren los viejos apoyos en fertilizantes e insumos para la agricultura; incluso la entrega de apoyos para compra de maquinarias y equipos. Desde luego esas voces se pierden en los laberintos burocráticos, en la insensibilidad gubernamental y en la visión ramplona de los problemas que prefieren la entrega de dinero a programas más complejos para enfrentar la añeja problemática del campo mexicano.

Por otra parte en las zonas rurales es donde operan a plena luz del sol los carteles. Ya hace más de 20 años en Michoacán y en otras partes del país, los carteles criminales arrasaban con poblaciones enteras a los cuales amenazan con exterminar de encontrarlos al regresar a sus comunidades. Las casas quedaban con puertas y ventanas abiertas. Ni la tele se llevaban… De allí las grandes migraciones del campo a las zonas urbanas donde forman cinturones de miseria. También a irse del país. A la problemática se suma el cobro de piso y cuotas que han afectado el precio de las materias primas e insumos del campo, encareciendo la canasta básica en las ciudades, mientras el gobierno sigue viéndose en el espejo y dándoles abrazos: “también son humanos”, dijo alguna vez López Obrador, habría que ver si algún «pozolero» o sicario que indiscriminadamente mata niños, ancianos, mujeres es realmente humano. 


Estados mexicanos como Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, entre otros, viven bajo el asedio de criminales que han arrasado con pueblos enteros bajo la mirada complaciente de autoridades de los tres órdenes de gobierno.     

Lamentablemente el planeta entero vive esa problemática. La migración forzada y la ciudadanía que vive atemorizada, atrincherándose en sus domicilios, dejando de salir a paseos nocturnos por la inseguridad y ante la ineficiencia e ineficacia de sus programas para resolverla, es hora de replantear medidas drásticas de la población como retirar todos sus ahorros en manos de los bancos y dejar de pagar impuestos: una huelga colectiva de personas y empresas… De ese tamaño tendría que ser nuestra respuesta ante el cada día más evidente contubernio entre políticos y crimen organizado.
 

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