8 DE MARZO MÁS REFLEXIÓN MENOS CELEBRACIÓN

Carlos Saúl Mena Carmona

Licenciado en Derecho por la Universidad de la Salle, León, Gto.

Maestro en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana de León y el Centro de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México.

Especialista en Derechos Humanos por la Universidad Complutense de Madrid.

Tenemos en puerta la conmemoración del Día de la Mujer, conmemoración en la orbitan conductas sociales que suelen llenar los medios de discusiones respecto de la legitimidad de dichos “satélites”.

Desde los entornos estatal, nacional e internacional, se gastan ríos de tinta en justificar un sin fin de situaciones que caen, por su corte personal, en la percepción, más que en juicio lógico o incluso el legal. De ellas es posible, sin entrar en discusión, que rescatemos la importancia de visibilizar una realidad dolorosa y compleja que se encuentra arraigada en la idiosincrasia social y que se nutre de un paradigma multifacético que ha dado pie a las definiciones de violencia que se imprimen en lo que ahora denominamos el ámbito de regularidad constitucional en México.

Decir que, en el mundo, la mujer tiene una desventaja inmerecida es, además de poco, injusto; ni nuestra realidad, ni todos los esfuerzos agrupados que desde nuestro contexto, lograran proyectarse para nivelar el espectro de discriminación y violencia que padece la mujer en nuestros tiempos, lograrían dar en el clavo del quehacer que al respecto se merece.

No por eso tales esfuerzos son innecesarios, al contrario, eso habla más que, de una batalla perdida, de la naturaleza y dimensiones de un problema que amerita acciones respecto de las cuales no fluya duda alguna, sobre su eficacia.

La violencia contra la mujer, se encuentra encarnada en la cotidianeidad a tal grado que, a los ojos del contexto por el que transitamos, resulta difícil dimensionarla. Ante esto, resulta propicio que se instalen, además de acciones inmediatas, acciones generacionales donde la infancia conciba la irracionalidad de las acciones que en nuestros días son vigentes y ordinarias.

Ejemplos hay muchos, hay quien sigue considerando las características del sexo como indefectibles y determinantes para la toma de decisiones o, la asignación de roles en la sociedad. Otras personas consideran tan sagrada la condición de mujer que, amerita una exacerbada protección; decisión que ha sido analizada en muchos foros como capaz de disminuir la autonomía de las personas.

Entre esas discusiones emergen simpatizantes y detractores, personas estudiosas e indiferentes. De entre todas, hay un común, compartimos una realidad en la que dejamos de percibir nuestro nivel de responsabilidad ya que, todas las personas en algún momento, hemos sido víctimas de nuestro contexto y paradigmas y, hemos desatendido la igualdad que amerita el espectro personal del sexo e, incluso del género.

Si partimos de esa certeza; de que en algún momento hemos fallado, podemos desde esa claridad favorecer acciones desde las que nuestras nuevas generaciones señalen con energía nuestras fallas y de ellas se construya una realidad justa y merecida al fenómeno del sexo y el género; una realidad en la que conmemorar el Día de la Mujer sea para celebrar nuestra introspección y no el martirio de éstas.

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