Por Marco Antonio Zárate Mancha.
El presente escrito será el primero de una serie en los que pretendo exponer al probable lector una serie de reflexiones y consideraciones acerca de lo que a mi juicio es ya un cambio contundente de paradigma. Si Alvin Toffler escribió “La tercera ola” para describir lo que a su parecer era un cambio en los sectores más dinámicos de la economía que tradicionalmente habían sido la agricultura en la primera ola y la industrialización en la segunda; la tercera ola implicaba la tercerización de la economía: la era de los servicios, la era postindustrial.
Cada ola implicó un cambio en la forma de vida de la humanidad. La primera ola, descubrimiento de la agricultura de acuerdo con Toffler, dio al hombre certidumbre para proveerse de alimento, quizá no solo para él, sino también para algunos animales que domesticó al asegurarles comida y protección de predadores. El hombre cambió su vida trashumante y se tornó sedentario, de esta forma nacieron las primeras comunidades rurales. Miles de años más tarde —del orden de 10 mil— la generación de riqueza se basó de forma predominante en la explotación de la tierra. Fue esa la época del feudalismo, por eso los reinos buscaban a ultranza ampliar su dominio territorial mediante la invasión y colonización de nuevas tierras… Podemos decir que la primera ola fue la de mayor duración: desde los albores de la humanidad, hasta la primera mitad del siglo XVIII.
La segunda ola se focaliza en el Reino Unido donde inició la primera revolución industrial —alrededor de 1760— con el aprovechamiento de la energía provista por las primeras máquinas de vapor, que permitió la mecanización de la producción, sobre todo en la industria textil. La productividad alcanzada por la mecanización provocó la rápida migración de la moderna tecnología a las industrias. Surgen las grandes ciudades, la burguesía y el proletariado; inicia el declive del feudalismo, por consiguiente las monarquías…
La industrialización fue posible gracias al cimiento de la primera ola y su eje central: la agricultura. En su interesante trabajo “Las revoluciones burguesas” 1, Eric Hobswan lo describe así:
[…] La agricultura estaba preparada, pues, para cumplir sus tres funciones fundamentales en una era de industrialización: aumentar la producción y la productividad para alimentar a una población no agraria en rápido y creciente aumento; proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutas para las ciudades y las industrias, y suministrar un mecanismo para la acumulación de capital utilizable por los sectores más modernos de la economía. […] Un considerable volumen de capital social —el costoso equipo general para poner en marcha toda la economía— ya estaba siendo constituido, principalmente en buques, instalaciones portuarias y mejoras de caminos y canales. La política ya estaba engranada con los beneficios. Las peticiones específicas de los hombres de negocios podían encontrar resistencia en otros grupos de intereses; […] los agricultores iban alzar una última barrera para impedir el avance de los industriales entre 1795 y 1846. Sin embargo, en conjunto se aceptaba que el dinero no sólo hablaba, sino que gobernaba. Todo lo que un industrial necesitaba adquirir para ser admitido entre los regidores de la sociedad, era bastante dinero”.
Como bien dice Hobswan, la mecanización de la agricultura permitió ampliar las superficies de cultivo y por tanto aumentar su producción y productividad; asimismo, subvencionó y todavía subvenciona a la industria a través del control de precios de sus productos —. También permitió crear un excedente de mano de obra de campesinos que migraron a las incipientes ciudades para trabajar en la industria, lo que presionó a la baja los salarios…
Un aspecto importante a destacar es que, mientras la agricultura está regulada por los ciclos de la naturaleza; la industrialización se caracteriza por su desapego de los “lentos ciclos de la naturaleza”. La industria tiene prisa. El afán de lucro acelera los procesos de enriquecimiento y de explotación de la mano de obra. Las jornadas de trabajo en las incipientes industrias eran intensivas en empleo de mano de obra, los horarios eran de 10 a 16 horas; jornadas realmente extenuantes en que incluso se explotaba mano de obra infantil y los obreros vivían en barracas, en condiciones deplorables.
Otro aspecto que Toffler resalta, es que estas industrias utilizan máquinas que son extensiones y ampliaciones de la fuerza física del hombre, pues cortan, horadan, doblan, martillan … todos esos trabajos incluso, de manera rudimentaria, los realizaba el hombre primigenio. No obstante, la segunda ola tuvo mucho menor corta duración que la primera.
La tercera ola, de acuerdo con esta esquematización, Toffler la ubica entre los años 1955 y 1970. Esta ola se caracteriza por ser de mucho menor duración que sus precedentes. Una de las singularidades de esta gran transformación es la aceleración en el cambio. Así la describe este autor. Más allá de la sustitución del trabajo humano en el desarrollo productivo que significa la automatización de procesos, está el avance científico que fue cuasi cuántico en ese período y que puso los cimientos para la incorporación de la programación detallada de operaciones (software) combinada con el uso de mayor frecuencia de los cada vez más diminutos procesadores (hardware) en los procesos productivos. Las aplicaciones de esta inseparable dupla de tecnologías, se aplica en la actualidad en prácticamente todos los campos del conocimiento.
Quizá, esta automatización cada vez más extendida en los procesos fabriles, también alentó y alimentó el acelerado desarrollo de los servicios. De igual forma, incidió de forma determinante en la acumulación de riqueza en los grupos que financian investigaciones y desarrollos tecnológicos en todo el mundo. Este tema merecerá un tratamiento especial: el conocimiento, sus cada vez menos beneficiarios y sus expresiones legales, las patentes.
Cuáles serán las consecuencias para la humanidad de esta tercera gran transformación —no perdamos de vista que el libro de Toffler se publicó por en 1980, hace ya más de cuarenta años—. Aquí unas de las conclusiones Tofflerianas:
«La tercera ola trae consigo una forma de vida auténticamente nueva basada en fuentes de energía diversificada y renovables; en métodos de producción que hacen resultar anticuadas las cadenas de montaje de la mayor parte de las fábricas; en nuevas familias no nucleares; en una nueva institución, que se podría denominar el «hogar electrónico» y en escuelas y corporaciones del futuro radicalmente modificadas. La civilización naciente escribe para nosotros un nuevo código de conducta y nos lleva más allá de la concentración de energía, dinero y poder.
Esta nueva civilización, al desafiar a la antigua, derribará burocracias, reducirá el papel de la nación – Estado y dará nacimiento a economías semiautónomas en un mundo post imperialista. Exige gobiernos que sean más sencillos, más eficaces y, sin embargo, más democráticos que ninguno de los que hoy conocemos. Es una civilización con su propia y característica perspectiva mundial, sus propias formas de entender el tiempo, el espacio, la lógica y la causalidad.» 2
«Para la civilización de la tercera ola, la materia prima más básica de todas –y una que nunca puede agotarse– es la información, incluida la imaginación. Por medio de imaginación e información se encontrarán sustitutivos a muchos de los recursos agotables actuales, aunque con demasiada frecuencia esta sustitución se verá acompañada también de dramáticas oscilaciones y sacudidas».
«Al tornarse la información más importante que nunca, la nueva civilización reestructurará la educación, redefinirá la investigación científica y, sobre todo, reorganizará los medios de comunicación. Los medios de comunicación actuales, tanto impresos como electrónicos, son totalmente inadecuados para enfrentarse a la carga de comunicaciones y suministrar la variedad cultural necesaria para la supervivencia. En vez de estar culturalmente dominada por unos cuantos medios de comunicación de masas, la civilización de la tercera ola descansará sobre medios interactivos y desmasificados, introduciendo una imaginería sumamente diversa y a menudo altamente despersonalizada dentro y fuera de la corriente central de la sociedad.» 3
El ensayo de Toffler es en muchos aspectos acertado, pero quizá alentado más por una visión romántica de los invisibles resortes que mueven a una parte importante de la sociedad, a mi manera de ver y entender las cosas, en otros temas falla en sus conclusiones. A continuación, abordaré solo algunas de ellas. Más que con afán crítico, es la motivación de asentar algunas consideraciones torales para entender lo que se viene denominando La Cuarta Revolución Industrial, 4RI, que se sintetiza en un concepto: Transhumanismo, que abordaré en un próximo trabajo.
Tocante a la reducción de los Estados – Nación y al nacimiento de economías semiautónomas, lo que realmente sucedió es que, al menos en el pasado reciente del todavía mundo globalizado, las economías y muchos de sus procesos productivos cada vez se interconectaron más entre países, precisamente debido a la automatización de procesos para fabricar componentes de un todo que posteriormente se ensambla como si fuera juego de armar. Los diversos componentes se manufacturan en países que ofrecen mejores condiciones para su elaboración (mayor rentabilidad). Más que semiautónomos, los países son cada vez más interdependientes al tener complejos fabriles que forman parte de cadenas productivas.
En otro aspecto que falla Toffler es que los gobiernos se harán más democráticos. Nada más lejos que eso. Si bien es cierto que el neoliberalismo redujo el papel de los gobiernos nacionales al desprenderse de sus activos productivos (léase empresas estatales), el papel de éstos se ha centrado en mayor administración (sobre todo de los procesos recaudatorios) y en “seguridad”, al menos así se dice en los planes de gobierno.
Quizá en esta época que ya se resume a dos años de pandemia por el nuevo coronavirus, buena parte de la humanidad ha perdido muchos de sus derechos conquistados a lo largo de muchas décadas. La dictadura sanitaria que se nos quiere imponer a fuerza ha entrado en un campo de colisión contra los cientos de millones de personas que se oponen a ser sujetos de un experimento humano sin parangón en la historia de la humanidad, en donde los dueños de los laboratorios farmacéuticos quieren imponer un nuevo orden mundial basado en un control total de la población. Ello lo abordaremos en el próximo trabajo. Feliz año 2022 para todos.
1 Eric Hobswan. Las revoluciones burguesas. Quinto Sol. Pp. 64-65.
2 Alvin Toffler. La Tercera Ola. Edivision. 1981. Pp. 9-10.
3 Ibidem. P. 225.
Marco Antonio Zárate Mancha
Estudió ingeniería mecánica en la Universidad Michoacana. En sus inicios trabajó en el Grupo ICA. Posteriormente colaboró en la Secretaría de Programación y Presupuesto, en el Sistema Alimentario Mexicano de la Presidencia de la República. A su paso también se ha desempeñado en la Canacintra México, en el programa TIPS de Bancomext, en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, en el Gobierno de Michoacán y en el municipal de San Luis Potosí. Ha sido y es empresario y esporádicamente ha colaborado en diversas publicaciones impresas y electrónicas, como: Quadratín, Homozapping, revista AM Blues, Alternauta, Revista Transformación de Canacintra y Fórum Financiero, entre otros.
