«Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder.
Pitaco de Mitilene
«Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco».
Eurípides
Por: Marco Antonio Zárate Mancha
Tenemos un Ejecutivo que a casi seis años de su protesta no cumplió ni con lo ofrecido en campaña, ni con la letra del artículo 87 de la constitución que leyó en su toma de protesta el día primero de diciembre de 2018:
«Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.»
Quedan para la posteridad todas las promesas de campaña incumplidas, sólo un botón para no repetir lo consignado en decenas de videos: a seis meses de mi gobierno los militares regresarán a sus cuarteles. Si algo queda claro es que puede cambiar de opinión cuantas veces sea necesario, sin más allá de un lacónico: “Sí, cambié de opinión”…
López Obrador se valió de todo para llegar al poder. Su candidata predilecta, Claudia Sheinbaum, así lo declaró:
“Nosotros no vamos a llegar a la Presidencia, como lo hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador, por una ambición personal, nosotros llegamos a hacer justicia, a que haya bienestar para el pueblo de México”.
Entre su ambición y presumida necedad —un cocktail harto peligroso — finalmente Obrador llegó a la presidencia. Su lucha le llevó alrededor de 18 años para finalmente llegar a la meta: La silla presidencial. Giulio Andreotti escribió: El poder desgasta al que no lo tiene. Todo indicaría que en ese lapso se le acabó el gas a Obrador —estaba como el gallo enano: trataba y trataba pero no llegaba— y una vez tuvo el poder, ya no supo qué hacer o bien olvidó promesas y compromisos de campaña sin el menor rubor o arrepentimiento.
Será recordado por sus ocurrencias más que por su talento. Y es que su cartabón para elegir a sus colaboradores: 90% de lealtad y 10% de capacidad ha sido letal para su “administración” y la de su candidata: por aquí colapsa un tren, por acá se quema una subestación por falta de mantenimiento; por allá otro tren se descarrila por balasto balín; la refinería dos veces inaugurada no ha producido un litro de combustible. Se derriban alrededor de 10 millones de árboles de maderas preciosas tropicales para construir el tren maya, y se afecta el delicado equilibrio del agua en la península de Yucatán constituido por ríos subterráneos y cenotes. Una tras otra…
El Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, AIFA, tiene pocos vuelos y un exiguo movimiento de pasajeros, así que para darle vida “decidieron” que toda la carga se desviara al nuevo aeropuerto que carece de infraestructura para tal fin, por tanto las empresas de mensajería se obligan a recoger en éste la carga para llevarlo al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde tradicionalmente se ha entregado. Como podrá observarse, ello conlleva retrasos innecesarios en las entregas, aunado al cobro de un oscuro concepto: “AlCuMa” (“Almacenamiento, Custodia y Maniobras”) que cobra el AIFA. Para recuperar la mercancía se tiene que pagar por dicho concepto sin recibir factura. ¡Ah qué mi general!
Lejos de fomentar la unión de los mexicanos como mandata nuestra carta magna, ha polarizado a la sociedad mexicana como ningún presidente en la historia moderna del país. Aunque protestó guardar y hacer guardar la Constitución, en la práctica la ha pisoteado una y otra vez: “No me vengan con eso de que la ley es la ley”…
Al parecer el hombre de Macuspana aprendió a relacionarse únicamente a través del conflicto. Lo suyo es el conflicto. Lo hemos visto una y otra vez ensañarse contra periodistas, políticos y contra quien se ponga enfrente. Escandalosamente ha sometido a un sumiso Congreso de la Unión que “no le cambia ni una coma a sus iniciativas”; aunque muchas veces le han enmendado la página por hacer las cosas a la trompa talega… “Es de que se nos olvidó pedir unos compresores”.
La divisa principal de su campaña fue acabar con la corrupción. Es hora de que no se sabe a ciencia cierta el costo de las obras emblemáticas de su “administración”. Sabemos que han costado 2 o 3 veces lo originalmente proyectado. Ha usado al ejército en tareas constructivas, administrativas y empresariales, tradicionalmente realizadas por empresas privadas al amparo de la Ley de Obras Públicas y Servicios Relacionados con las Mismas. En esta opaquísima gestión obradorista, las obras más importantes se han calificado como de “Seguridad Nacional” y bajo esa consideración se ha resguardado de la supervisión por parte de los organismos gubernamentales encargados de la escrupulosa aplicación del gasto público (Auditoría Superior de la Federación y la Secretaría de la Función Pública).
En resumidas cuentas, bajo el escudo de la “Seguridad Nacional” es difícil revisar los presupuestos asignados y el correcto ejercicio de los mismos. Es más, aunque se encuentren malversaciones multimillonarias, no pasa nada: se protege a los amigos y ex jefes, como en el escandaloso robo a Segalmex —más de 15 mil millones de pesos— en que se detuvo a algunos pecesillos (fauna de acompañamiento, se llama en las pesquerías), pero al titular de la dependencia, Ignacio Ovalle —el pez grande— se le protegió y se le asignó un puesto en la secretaría de gobernación. ¿En qué quedamos pues, señor presidente? O todos coludos o todos rabones.
En un párrafo del libro “La criminalidad de los gobernantes”, Luis María Díez-Picazo lo expone así:
“Para el que se atribuye a sí mismo una superioridad tradicionalmente incuestionada y no se ha resignado a que el plazo de esa primacía haya caducado, será infinitamente difícil asumir una pérdida de poder […] El perdedor radical puede estallar en cualquier momento. La única solución imaginable para su problema consiste en acrecentar el mal que le hace sufrir ”.
“Por un lado, desde un punto de vista práctico, los gobernantes son personas que, por razón del cargo, disfrutan de una especial capacidad de información e influencia. Pueden poner a su propia disposición los principales resortes del aparato del Estado. De aquí, no sólo que puedan hacer uso de medios delictivos con fines sectarios (espionaje a favor del propio partido, desviación de fondos públicos para objetivos espúreos, etc.), sino sobre todo que estén en una condición, particularmente propicia e inalcanzable para todas las demás personas, de encubrir o tratar con indulgencia los hechos delictivos cometidos por ellos mismos o por sus colaboradores. En otras palabras, la característica definitoria de la criminalidad gubernativa radica en que, bien para cometer el delito bien para evitar que sea investigado y perseguido, sus autores pueden disponer de medios jurídicos, económicos, humanos y tecnológicos que son privativos del Estado”.
Queda claro que la “administración” de López Obrador no se morderá la cola. La leyenda urbana cuenta que hay un fiscal general de la república; más enfocado en perseguir a familiares y negocios propios que a aprehender criminales, a no ser que el inquilino de Palacio le haya puesto el dedo a alguien y entonces sí: todo el peso del Estado (FGR y/o Unidad de Inteligencia Financiera, UIF) se emplea para perseguir a los adversarios o rebeldes. ¡Faltaba más…!
Precisamente para contener o intimidar comportamientos ilícitos de los servidores públicos, es que el país tiene una Constitución Política y una pluralidad de leyes que emanan de ella. Ese es nuestro contrato social para medianamente tener una convivencia pacífica y civilizada. Una democracia quizá imperfecta, pero es lo que hay. Y es que:
“El constitucionalismo consiste, sustancialmente, en la búsqueda de mecanismos efectivos de limitación y control del poder político mediante normas jurídicas”.
En el descompuesto panorama nacional con violencia exacerbada a niveles nunca antes vistos, por lo menos en los últimos 80 años, desde el Palacio Nacional diariamente y de forma sistemática se atiza la polarización, la confrontación y división entre mexicanos. Los homicidios dolosos llegan a 189 mil, más de 50 mil desaparecidos; matan 10 mujeres al día… y por sí fuera poco la violencia ha manchado el proceso electoral.
De acuerdo con «Integralia», empresa de consultoría especializada, desde el inicio de este proceso electoral en septiembre 4 de 2023, hasta la fecha de su más reciente informe (30 de mayo de 2024), se tiene que las agresiones políticas han subido 150.5%, hasta llegar a 749 víctimas en comparación con el proceso electoral intermedio del 2021. Al día de hoy —30 de mayo de 2024— hay 34 aspirantes a un puesto de elección asesinados. En promedio «Integralia» señala 2.8 víctimas de agresión por día, bien sea por asesinato, atentados con arma de fuego, amenazas, secuestros, desapariciones, entre otras formas de violencia…
El panorama en el futuro cercano es de pronóstico reservado. Preocupa el perfil de López Obrador y de su candidata. Hans Magnus Enzenberger nos alerta:
«Para el que se atribuye a sí mismo una superioridad trasicionalmente incuestionada y no se ha resignado a que el plazo de esa primacia haya caducado, será infinitamente difícil asumir una pérdida de poder […] El perdedor radical puede estallar en cualquier momento. La única solución imaginable para su problema consiste en acrecentar el mal que le hace sufrir»
Para afinar la liza, la contienda electoral, López Obrador ha alertado sobre un posible golpe de Estado o un fraude en las urnas. Hay barruntos de tormenta poselectoral. Desearía equivocarme.
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l Luis María Díez-Picazó, La criminalidad de los gobernantes. Grijalbo Mondadori. 1996. P. 13
ll Ibid., p.17
lll Hans Magnuz Enzenberger. El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror. Anagrama.pp.9, 12.
