UN AÑO DESPUÉS LES VALE PROGENITORA LA PANDEMIA

Por Tinterillo.

En el mes de marzo del 2020 se nos mandó una consigna “Quédate en Casa”, debes guardar la “Su sana Distancia” y “lávate las manos”, así como el uso de cubrebocas, entonces nadie podría pensar que eso que iniciaba provocaría más de 204 mil muertes.

Ya la Organización Mundial de la Salud, la OMS, había anunciado que el coronavirus denominados SARS-CoV-2 se había convertido en una pandemia que se propagaba por el mundo.

Al principio en nuestro país pareció que las autoridades federales no lo tomaron de manera seria, sobretodo cuando el presidente de la república pedía que nos abrazáramos, que saliéramos a comer fuera de las casas.

Sin medir el daño del mal que ya estaba en nuestro país, las consecuencias que tendría, se anunciaba una valoración de un máximo catastrófico de 60 mil muertes, un año después, lamentablemente, superamos las 200 mil.

Se adelantaron las vacaciones de Semana Santa de los alumnos, para no regresar en más de un año a las aulas. Los partidos de la liga de futbol correspondientes a la jornada 10 se jugaron a puerta cerrada, tiempo después se suspendería la liga.

Las empresas anunciaban que cerraban, que sus trabajadores se mantendrían en sus casas, otras más se pronunciaban por un trabajo desde los hogares a través de la computadora.

Las puertas de los parques, clubes y unidades deportivas cerraron, poco a poco la ciudadanía se daba cuenta que lo que venía sería a largo plazo, que no sería fácil salir pronto de la circunstancia que invadía a la entidad, al país, al mundo, no obstante la esperanza quedaba en el deseos para que antes de fin de año se volviera a la “normalidad”.

El llamado semáforo de alerta que se implementó pasaba de naranja al rojo y se anunciaban cada día un número mayor de contagios, los requerimientos de camas en los hospitales, la escasez de ventiladores y espacios adecuados para atender a los infectados.

La demanda de cajas mortuorias se incrementó, incinerar los cuerpos era el camino más viable, pero se saturaron los incineradores, muchas personas no pudieron despedirse de su familiar fallecido, solo veía o creían que la caja o bolsa, que no podían abrir, contenía los restos de aquel ser querido.

Lo mismo escuchábamos desde palacio nacional que la pandemia estaba domada que aquello de quédate en casa, pero el número de fallecimientos por el Covid seguía creciendo.

Las y los, médicos, enfermeras, camilleros, afanadoras personas todas que  trabajan en hospitales se convirtieron en los héroes, atendían a una, a otra y a otra persona contagiada y muchos sin los elementos mínimos de protección, pero siempre cumpliendo con su deber de intentar salvar a quien llegara enfermo. Incontables las bajas en el sector salud.

Y así vivimos ya un año, ahora se anuncia la vacunación, que va lenta y en algunos lugares con gran desorden. Pero nuevamente el personal de salud, junto a algunas autoridades locales de donde se aplica la vacuna se han organizado para que fluya rápido la inmunización de los mayores de 60 años. Faltan muchos aunque se cuente con algarabía, como nos han dicho, que ya han llegado 14.5 millones de dosis, se requieren más de 180 millones por aquello de que son dos aplicaciones.

Un año después de inicio de este encierro obligado por la pandemia se empiezan a abrir negocios. Las empresas vuelven a tomar su ritmo de producción y los antros se saturan. Pero las escuelas no se abren.

Así llega la Semana Mayor del 2021 y días de asueto y tal parece que nunca hubo nada, que nunca existió el confinamiento ni la razón de éste, como si aquello del Covid solo fue en un mal sueño, una pesadilla, una jugada inventada por los conspiradores.

Porque una gran mayoría de personas han salido a playas y lugares de esparcimiento, los han abarrotado. La gente en la arena junto, al mar goza  y si divierte sin “su sana distancia” ni cubrebocas, las advertencias sobre lo que podría implicar una tercera ola de contagios les vale progenitora,  ¡madres!, pues.

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