LOS MUERTOS NO ESTÁN  MUERTOS, DANZAN, COMEN Y BEBEN

Por redacción.

“La muerte me fue a buscar 
Y como no me encontró
Un recado me dejó
Que pronto va a regresar,
Yo no la voy a esperar
Aunque regrese enseguida
L^otro día era cumplida
Ahora yo ya no la espero,
Y si quiero ni me muero
Aunque me cueste la vida”

 Versos de la valona “Dónde estabas mi querida” de Cándido Martínez.

Dicen que los muertos regresan, que no están muertos, que solo se fueron pero regresan y nos vuelven  a visitar, por eso hay que celebrar y que mejor que con adornos de fiesta, su comida favorita, la que en vida fue, y claro que no falte la bebida.

Así es el día de muertos, de nuestros muertos, celebramos con colores, con olores y sabores, en cada región de México hay una forma de hacerlo, porque nuestro país es un mosaico de vida y muerte que se festeja, porque la muerte nos da risa, o al menos eso decimos.

 En la Región Huasteca, donde el verde da vida y  los ríos hacen el silencio de la noche, que comprende Tamaulipas, el norte de Veracruz, el oriente de San Luis Potosí, el norte del estado de Hidalgo, una porción norte de Querétaro y una porción pequeña del Norte de Puebla celebran, desde hace 800 años, en vida a la muerte en el festival XANTOLO que fue declarado en 2008 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la cultura (UNESCO) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

XANTOLO

En la región huasteca del estado de San Luis Potosí refieren que el vocablo Xantolo, proviene del término castellano XANTO (santo) y del náhuatl OLO (abundancia), y que significa TODOS SANTOS. Mientras que en el estado de Hidalgo cuentan que la palabra fue introducida al náhuatl por la deformación de la frase latina festiumominum sanctorum, que quiere decir fiesta de todos los santos.

Xantolo es una fiesta viva que se desarrolla en el final y reinicio del ciclo anual del maíz, entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre, cuando se abren los puentes entre “el más allá” y el mundo terrenal para convivir a través de una majestuosa forma simbólica con los difuntos y no solo en familia, sino que también hace participe a vecinos y visitantes y cada uno cuando llega tiene parecido con algún difunto.

“Todas las personas estamos destinadas a morir. Pero una vez al año, volveremos a la tierra” eso se dice y se cree, por eso se cree que el 28 de octubre llegan los accidentados o que tuvieron una muerte violenta; el 29 los ahogados y mujeres que fallecieron durante el parto; el 30 bajarán los olvidados; el 31 los bebes que no nacieron o que no fueron bautizados; el 1 de noviembre llegan los niños y el 2 los muertos adultos.

Esos días el ambiente huele distinto, el olor a copal, a flor de cempasúchil y a comida invade las calles que para celebrar a los muertos se saturan de colores vivos, las mascaras no dejan de moverse al ritmo de la música, las comparsas van y vienen, todos en cada pueblo, viejos, adultos y niños se preparan para la gran llegada.

La tradición huasteca refiere que para celebrar que sus difuntos los visitan cada año y con la intención de ganarle tiempo a la muerte para disfrutar de su compañía por unos cuantos días, decidieron confundir a la muerte, disfrazándose y utilizando mascaras de esqueletos, diablos y espectros, así la muerte se confunde y no sabe a quien llevarse de regreso al inframundo. “¡Esa muerte tan taruga ni me vio y junto a mi pasó!”.

 Las máscaras utilizadas son piezas únicas realizadas por los artesanos con madera del árbol de Pemuche, un árbol de la zona, y piel de vaca, mapache, ardilla o tejón, los artesanos comentan que para tallar un rostro tienen que soñarlo. “Por eso le digo que ni muertos andan solo rondan por las calles y en mi cabeza se meten”.

Una de las características del Xantolo es que los habitantes forman comparsas o cuadrillas en las que salen disfrazados a bailar a las calles del pueblo. Generalmente los hombres son los que participan en estas cuadrillas y al requerir la representación femenina algunos de ellos utilizan ropa, mascaras y pelucas de mujer para cumplir su cometido.

Cada comparsa es única porque pueden vestirse todos de una misma temática, pero  4 personajes no pueden faltar: el huehue o viejo, que representa la sabiduría, su mujer o la mamanina mamá niña, que representa la fecundidad y la vida, pues siempre aparece embarazada. El diablo que representa la perdición y los pecados que corrompen a los hombres y claro la invitada de honor, la muerte, que representa el fin de un ciclo, el destino que todos los vivos tendrán.

La Danza de los Huehues, es ancestral y se baila durante el Xantolo y consiste en una farsa dramática muy peculiar con diversos personajes. En sus orígenes, los danzantes usaban su propio cuerpo manchado con tintes naturales, a manera de disfraz y la cara pintada como si fuera máscara. Actualmente, los danzantes utilizan máscaras de madera de colorín, talladas y pintadas por ellos mismos, las cuales son celosamente guardadas y vueltas a usar cada año.

La Danza de Huehues se ejecuta ante un pulich o altar, donde se colocan las ofrendas y los elementos que se utilizan durante el baile, se compone de diversos sones que se ejecutan con música de violín, guitarra quinta o huapanguera y jarana huasteca.

Cada casa debe colocar un altar de muertos que consta de dos arcos de ramas del árbol guásima, que significan la puerta y entrada al cielo y a la casa del difunto que tuvo en vida con sus seres queridos, y se adorna con flores de cempasúchil y mano de león.

En la ofrenda se coloca lo que en vida el muerto difunto consumía, vamos lo que le gustaba comer y beber. Lo que más se pone,  por tradición y costumbre son: tamales, atole de frita o de masa, zacahuil, pan con figuras de muerto, tazas de café, dulces y conservas de calabaza, camotes, yucas, papaya, plátanos de diferentes variedades, naranjas y mandarinas que son los que van colgados por ser arboles frutales, agua miel de caña de azúcar, tamales de elote, etc. Y a eso le puede sumar aguardiente, mexcal y tequila y en algunos hasta un roncito, pero que sea Potosí, para no perder la zona de la caña.

Según la creencia antes de ser consumido por las personas, deben ser ahumados con el copal mediante censario, para que no sean consumidos ni acercados los malos espíritus. Y al mismo tiempo elevar el alma del difunto.

La ofrenda debe incluir también velas de cera que simbolizan la luz que el ser humano utilizó durante su vida cotidiana y dependiendo de los familiares o seres queridos difuntos más cercanos es la cantidad de velas o veladoras que se colocan en el altar. 

Se ponen dos vasos uno de agua pura, simboliza el consumo de agua del ser humano en la vida diaria y otro de agua bendita que es utilizada en cada misterio de rosario para rosear con una flor las fotografías de los familiares.

Se colocan candeleros de barro con forma de caballos, toros, burros, perros, guajolotes, gallos etc. los cuales simbolizan lo que en vida logro tener el difunto y un incensario de barro que tienen la forma de figuras de animales que sirve para depositar el carbón para la quema del incienso que es copal molido que simboliza la elevación del alma al cielo y el alejamiento de los malos espíritus, que se logra mediante las oraciones de glorificación.

Las puertas de las casas, están abiertas para todos ya que se cree que los visitantes que llegan ese día, aunque no conozcan a la familia, son enviados por nuestros seres queridos muertos, todas las personas son bienvenidas y para demostrarlo se les ofrecen  tamales, zacahuil, pan dulce o lo que se tenga.

La velación nocturna se realiza el 31 de octubre, cada familia acude a visitar a sus muertos, y se hace el cambio de fiscal, quien, durante un año, será el nuevo encargado de apoyar a los dolientes que sufren la pérdida de un familiar, para la preparación y entierro de sus difuntos. Además del fiscal hay 4 personas más que se les llama tequihuas, vocablo en náhuatl que designa con jerarquía este grupo de servidores, mensajeros y vigilantes que ayudaran en lo que se requiera.

El nombramiento del nuevo fiscal se realiza en una ceremonia en náhuatl de cambio de mandos para el cuidado del panteón y preparación de la fiesta del año siguiente, sino quién ordena, por eso se le entrega el bastón de mando, el cuál deberá guardarse de forma vertical, siendo la creencia que si se acuesta podría traer desgracia y muerte a la comunidad.

 Los danzantes (niños y adultos) inicial el ritual acompañado de un tambor y una flauta autóctona. Donde destaca la danza del tigrillo. Al final de la ceremonia, comparten con los fiscales platache – tamal propio del festejo – y aguardiente en un espacio alejado de los músicos y la velación nocturna. “Pa no incomodar, sino pues luego ya ve, eso sí el muerto va con uno”.

Así el 2 de noviembre, Día de los fieles difuntos, las comunidades nahuas y teenek de la huasteca festejan la muerte con la vida, con la visita de los que se fueron pero regresan. Llevan las ofrendas  de los altares caseros a los camposantos. Puestas sobre las tumbas dan color a esas grises tierras. Las lápidas con las flores y la música que les acompaña dan vida al camposanto.

El copal inunda el olfato para que el muerto acompañe la fiesta, las comparsas aparecen por los diversos espacios, lo mismo en la tierra de Xilitla que en Aquismón o en Axtla, en Huehuetlán, San Martín, Tancanhuitz, Tancuayalab, Tanlajás, Tanquián Tampacán, Tamazunchale, Tampamolón, Tamuín y Ciudad Valles.

En toda la región de la huasteca potosina suena. Baila y se come en la festividad del Xantolo. A ver cuándo viene para acompañarnos con la muerte que sigue viva. Y así a comer, a danzar y beber en el Xantolo a celebrar. 

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