EL PAÍS SE ENCUENTRA SALPICADO DE SANGRE, DE TANTOS MUERTOS Y DESAPARECIDOS

A esos hombres de la Compañía, siempre en vela, siempre orando.                                

                                                                                              Por Claudio García.

“Los obispos, como pastores, queremos expresar de igual modo toda nuestra cercanía y el profundo dolor que cargamos en nuestro corazón; ahora como nunca, el dolor de la cruz se vuelve más intenso, por tanta sangre inocente derramada a lo largo y a lo ancho del país. Los índices de violencia y sus estructuras de muerte se han desbordado e instalado en nuestras comunidades, desfigurando a la persona humana y destruyendo la cultura de la paz”, dijo el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Ramón Castro Castro, a través de un videomensaje.

Avalan la voz del Episcopado los más de 121 mil asesinatos en lo que va del sexenio de López Obrador, solo en el año 2021 fueron 33 mil 316 y a junio del presente año ya van casi 2,500, solo el día 7 de junio sumaron 94 los muertos por la vía violenta y hay más de 100 desaparecidos, además de 7 sacerdotes asesinados en lo que va del gobierno actual.

Para el secretario general de la CEM, “la realidad de violencia golpea a todos sus habitantes, pues el país se encuentra salpicado de sangre, de tantos muertos y desaparecidos”

Y qué hace un presidente que antes de serlo decía  que acabaría con la violencia en el país en tres años “Voy a conseguir la paz. Ése es mi compromiso. Voy a terminar con la guerra”. Nada, porque los abrazos no le alcanzan frente a los balazos.

Y ya como Presidente, en una de sus mañaneras y ante las inquietantes preguntas y aseveraciones que le hacía el periodista Jorge Ramos, López Obrador, desde su templete mañanero, recargado en su atril  prometió resultados para el 1º de diciembre de 2020. Tampoco cumplió.

Hoy con gran claridad dicen los Obispos :“El crimen se ha extendido por todas partes trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad, afectando las actividades productivas en todas las ciudades y el campo, ejerciendo presión con extorsiones hacia quienes trabajan honestamente en los mercados, en las escuelas, en las pequeñas, medianas y grandes empresas; se han adueñado de las calles, de las colonias y de pueblos enteros, además de caminos, carreteras y autopistas y, lo más grave, han llegado a manifestarse con niveles de crueldad inhumana en ejecuciones y masacres que han hecho de nuestro país uno de los lugares más inseguros y violentos del mundo”.

No se trata solamente de Javier Campos y de Joaquín César, los dos jesuitas asesinados, ni los 7 más del sexenio ni los 27 de los últimos años, no. También se trata del guía  Pedro Palma y de la familia ultimada en días pasados. Se trata de los 121 mil seres humanos que en poco más de tres años que lleva este gobierno han muerto de manera violenta y de los más de cien mil desaparecidos. 

Los hechos de Urique, en la Tarahumara, en el estado de Chihuahua, despiertan a muchos mexicanos y les abre los ojos sobre lo que está sucediendo en el país, y que esto ya no corresponde ni a Calderón ni a Peña, también culpables de la sangre que corre hoy por la tierra mexicana, pero hoy la responsabilidad es de López Obrador y no lo puede negar, disfrazar ni desviar.

Su estrategia ha fracasado, no funciona, los homicidios dolosos no bajan y es que frente a los balazos los abrazos no alcanzan. “EL PAÍS SE ENCUENTRA SALPICADO DE SANGRE, DE TANTOS MUERTOS Y DESAPARECIDOS”. Y el orgullo de la necedad se impone con la frase “vamos bien”, que estará en su lápida, seguramente en “La Chingada”, su finca.

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